El arte bizantino fue un estilo que perduró durante más de 1.000 años y reunió elementos de diferentes culturas, además de servir de referencia para la producción artística de varios países. El mosaico, arte esencialmente cristiano, era una de las principales expresiones de la época.
Características del arte bizantino
El arte bizantino estaba profundamente vinculado a la religión e influenciado por el arte cristiano primitivo, pero en lo que respecta a los aspectos decorativos, era suntuoso y mostraba riqueza y poder, con el fin de demostrar la autoridad absoluta del emperador, considerado como representante de Dios en la Tierra.
El propio emperador establecía y organizaba las artes, y el artista era considerado un funcionario que ejecutaba los trabajos a cargo del gobernante.
Por ello, al igual que en el arte egipcio, se establecieron reglas estrictas para alcanzar mejor sus objetivos. En la representación de las figuras, por ejemplo, se establecía el uso de la frontalidad (figuras colocadas de frente, solemnes y formales, ojos grandes mirando hacia arriba, transmitiendo una inquietud trascendental), que transmitía la idea de autoridad y respeto.
Toda representación era impulsada por los sacerdotes con la intención de conmover a los fieles sobre la nueva religión: determinaban la postura; los gestos; el vestido; las túnicas y sus pliegues; y los símbolos.
Además, los soberanos eran representados como personajes sagrados, con la cabeza «aureolada«, y Jesucristo, en algunos casos, era representado como rey.
Contexto histórico
El contexto histórico de este periodo fue muy importante para el desarrollo y la difusión del arte bizantino. Cabe recordar que, mientras el Imperio Romano de Occidente se derrumbaba por la invasión de los pueblos bárbaros, Constantinopla era el centro económico y comercial más importante, lo que permitió a esta parte del imperio resistir las invasiones y construir su propia identidad.
El arte bizantino se extendió desde Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, y se desarrolló, al principio, bajo la influencia del arte romano, griego y oriental.
La promulgación del Edicto de Milán por el emperador Constantino y la oficialización del cristianismo como religión oficial del imperio por el emperador Teodosio hicieron que la religión desempeñara un importante papel: difundir didácticamente la fe y, al mismo tiempo, demostrar la grandeza del emperador, que mantenía su carácter sagrado y gobernaba en nombre de Dios.
Pintura y escultura bizantina
La pintura y la escultura bizantinas no destacaron porque encontraron un fuerte obstáculo en el movimiento iconoclasta, cuyos miembros eran conocidos como «destructores de imágenes«, predicando la prohibición del uso de imágenes en las prácticas religiosas por temor a que le despertaran acciones paganas a los fieles.
En pintura, cabe destacar: las pinturas de iconos, representaciones pictóricas de santos en paneles portátiles, aún presentes en la actualidad; las miniaturas, representaciones sencillas y claras de los hechos más importantes de la doctrina cristiana y de los principales episodios sagrados, utilizadas en las ilustraciones de libros; y los frescos.
En la escultura, el culto a la imagen del emperador y la presencia del principio de frontalidad aparecen como las principales características de las obras. Se dividían en dos modelos: las grandes estatuas, generalmente de piedra o mármol, y los marfiles, obras en bajorrelieve, tenían valor conmemorativo y simbólico y se enviaban a las embajadas.
Mosaicos bizantinos
Muy utilizado en el arte bizantino, sobre todo en la época de Justiniano, el mosaico, generalmente hecho de pequeñas tablillas de vidrio, cubría las paredes interiores y exteriores de iglesias y templos.
Además de realzar la arquitectura, las imágenes construidas con mosaico estaban destinadas a guiar a los cristianos. En general, eran imágenes de la vida de Cristo.
Los emperadores también fueron representados en mosaicos. A menudo se los colocaba junto a la Virgen María y el niño Jesús. Esto demostró el poder que tenían y su relación con la Iglesia.
Por lo general, las figuras se representaban de frente y en vertical para resaltar su grandeza espiritual. Se ignoraba la perspectiva y el volumen y se utilizaban varios colores, pero predominaba el dorado porque simbolizaba el oro, que para ellos es el mejor bien de la tierra.
Arquitectura bizantina
La representación más relevante en la arquitectura bizantina fueron las iglesias.
La arquitectura estaba caracterizada por la lujosa ornamentación (herencia oriental) y por la complejidad de los edificios. Iglesias y palacios ilustran la riqueza arquitectónica de los bizantinos.
En la construcción de iglesias, los arquitectos utilizaban la cúpula sobre pilares, la planta de cruz griega y el capitel cúbico (extremo superior de una columna).
Su principal obra fue la iglesia de Santa Sofía, construida en Constantinopla, aunque también se levantaron hermosos edificios en la península italiana, como la basílica de San Marcos, construida en Venecia en el siglo XI. Los edificios bizantinos tenían una fachada sobria, pero un interior ricamente decorado con mosaicos e iconos.
Las iglesias bizantinas, aunque también están influenciadas por el Oriente, presentan varias particularidades en sus rituales.
La cabecera tiene tres ábsides, a los que los fieles no tenían acceso: uno donde el oficiante daba las bendiciones, uno central para el altar con los asientos del clero, y el tercero para los ornamentos litúrgicos.
Esta zona estaba separada del resto por una barrera, llamada iconostasio, que con el tiempo se convirtió en un muro que aislaba a la clase clerical.