El feudalismo fue un sistema económico y político que surgió durante la Edad Media (siglos V-XV), pero que tuvo sus bases construidas a finales de la antigüedad, durante el proceso de decadencia del Imperio Romano.
El periodo de consolidación se produjo entre los siglos XI y XIII. La división social de este periodo es bastante marcada, siendo los nobles y el clero los grupos dominantes, en la cúspide de la pirámide social, mientras que los campesinos están en la base de este sistema.
Causas del feudalismo
Para entender los orígenes del feudalismo, es necesario remontarse unos años antes de su aparición y comprender las bases responsables de la fundación de este sistema, incluso en la Antigüedad.
Se puede decir que hay dos factores principales detrás de su aparición:
- La falta de mano de obra esclava para trabajar las tierras del Imperio y, en consecuencia, mantener sus niveles de producción.
- Y las invasiones de pueblos que pasaron a llamarse «bárbaros«.
Período del feudalismo
El feudalismo tiene sus bases formadas alrededor de los siglos IV y V, pero tiene su expansión y apogeo entre los siglos XI y XIII.
Características del feudalismo
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Economía agraria
La economía feudal se basaba en la agricultura, un sector en el que participaba casi todo el pueblo. Había una gran preocupación por producir en los feudos todo lo necesario para la supervivencia de los que allí vivían.
Sin embargo, a pesar de dominar la economía, la agricultura no era la única actividad económica que se realizaba, ya que también había artesanía y comercio.
Estos oficios variaban según cada región y se realizaban especialmente con productos considerados importantes, pero que no se producían en todas las propiedades, como la sal.
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Sociedad dividida en órdenes
En la sociedad feudal existían dos formas de relaciones sociales: el vasallaje (vasallos), que unía a los nobles a través de la lealtad y la servidumbre, que aseguraba la explotación del campesinado y la suzeranía (suzeranos).
Era una sociedad dividida en tres órdenes: los clérigos (oratores), los guerreros (bellatores) y los trabajadores (laboratores).
Esta pirámide social tenía en su cima a los clérigos, que compartían este lugar con los nobles. En el medio, los guerreros, encargados de defender el feudo, guerrear por nuevas tierras y defender la fe cristiana.
En la base de la pirámide estaban los trabajadores, en mayor número, representados por los artesanos y los siervos.
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Poder político fragmentado
A diferencia del Imperio Romano, ya no existía un poder político central.
Aunque había un rey, que era el soberano de sus vasallos (los demás señores feudales), sólo ejercía el poder en sus señoríos, sin ejercer el poder directo sobre toda la población.
Cada señor feudal tenía poder sobre su feudo, ejerciendo sus poderes y protegiendo a la población que vivía allí.
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La nobleza de ser caballero
Había que proteger las tierras feudales de posibles ataques de otros pueblos, y los caballeros eran los encargados de esta misión.
No era una tarea fácil ni barata entrenar a un caballero: había que comprar armas, tener un caballo y entrenar constantemente para mejorar sus técnicas de lucha.
Por eso eran grupos pertenecientes a la nobleza o patrocinados por ella los que formaban a los caballeros.
A partir del siglo XI, estos caballeros comenzaron a adquirir un estatus social más elevado.
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Gran influencia de la religión en la sociedad
La Iglesia católica, desde la antigüedad tardía, tuvo una gran influencia en las sociedades europeas occidentales.
Los individuos tenían su vida controlada por los postulados de la Iglesia, lo que ésta imponía como lo correcto para vivir: había un control sobre el tiempo, las relaciones sociales, los valores culturales y mentales.
Era la Iglesia la que determinaba cuándo podían o no tener lugar las guerras, recordaban que los fenómenos naturales existían, de hecho, por voluntad de Dios y que correspondía al clero rezar para que las lluvias cayeran en el momento adecuado, los tiempos de ayuno, etc.