Los valores se definen como entidades virtuales; no existen en realidad, no son propiedad de los objetos, son atribuidos a las cosas por un sujeto. El valor implica siempre una relación de un sujeto con un objeto, al cual este le atribuye un determinado valor.
También se presentan como entidades ideales que representan la perfección y su opuesto. En la persecución de valores, el hombre se va perfeccionando.
Características
Las características fundamentales de los valores son la materia, la jerarquía y la polaridad:
Materia
La materia de los valores corresponde a su significado y al sentido de su función normativa o discriminatoria: la justicia es distinta a la belleza, por ejemplo. Tienen significados y funciones diferentes, aunque son imprescindibles, sin embargo, los individuos no deben confundirlos.
Jerarquía
La jerarquía está ligada a la forma en la que los valores se vinculan entre sí: hay valores más o menos importantes en función de las actitudes fundamentales de los individuos ante la vida incluso compartiendo un mismo conjunto de valores, los individuos pueden jerarquizar estos valores de formas muy diversas.
Polaridad
La polaridad está ligada al hecho de que los valores se agrupan en función de una polaridad positiva y de una polaridad negativa (de lo contrario, serían inútiles como criterios de elección): el bien, por ejemplo, se opone al mal y no podrían comprenderse sin su contraste con su opuesto.
Otras características
Los valores tienen un origen sociocultural: nacen en el seno de las sociedades humanas y funcionan como elementos de unión entre los individuos y, al mismo tiempo, como formas de afirmación de la individualidad.
En primer lugar, los valores se presentan siempre en una escala que va del menos al más. A esta ordenación cualitativa de los valores se le da el nombre de jerarquización (como ya se mencionó anteriormente), es decir, los valores varían de persona a persona; cada uno tiene su escala de valores que influirá en sus elecciones/decisiones.
Por otro lado, los valores aparecen siempre con una doble cara: positiva y negativa. A un polo positivo (por ejemplo: bonito) se opone siempre un polo negativo (en el ejemplo: feo).
Existen los juicios de hecho y juicios de valor. Por los juicios de hecho entendemos los que son descriptivos o de existencia. Describen e informan acerca de la realidad concreta sin emitir preferencias y apreciaciones. Pueden ser fácilmente considerados verdaderos o falsos, según se adecuen o no a la realidad, y pueden ser objeto de verificación empírica. Es decir, con respecto al juicio: «El árbol dio frutos», que es un juicio de hecho, puedo mirar y verificar si es verdad o no.
Los juicios valorativos juzgan hechos y realidades en función de preferencias axiológicas.
Estos juicios no son verificables empíricamente y normalmente no son objeto de consensos. Pueden ser de apreciación moral, estética, religiosa, vital, de utilidad, entre otros.
Los valores son guías de acción, aquello que «pone en movimiento» los comportamientos, las conductas de las personas. En nuestra vida siempre estamos haciendo juicios de valor y guiándonos por ellos.
Estos orientan la vida y marcan la personalidad; una persona se define, dice quién es, en función de los valores que tiene.
Los valores orientan nuestras preferencias; yo prefiero esto o aquello en función de los valores que tengo. Por ejemplo, si la igualdad de derechos es un valor importante para mí, voy a optar por no discriminar a las personas por su raza.
Debido a los valores, las cosas se presentan de forma diferenciada. Es decir, el mundo no es todo igual para mí, hay cosas que me gustan y cosas que no me gustan; hay cosas que admiro y cosas que no; hay cosas que yo respeto y otras que no respeto.
Así, los valores le dan sentido a la vida, sirven para nuestra orientación personal.
En cuanto a la axiología, teoría de los valores, podemos observar la tesis de la subjetividad, que se opone a la de la objetividad de los valores, y la dahistoricidad, que se opone a la perennidad de los valores.
La tesis de la perennidad defiende que el valor no depende de la época histórica. La perennidad es del valor y no de los objetos en los que se manifiesta. Por ejemplo, la honestidad y la amistad siempre se han considerado valores a lo largo del tiempo, sus manifestaciones, ejemplos y realizaciones son las que pueden sufrir cambios.
La tesis de la historicidad defiende que los valores cambian según la época histórica.
Esto está ligado a una idea de relativismo axiológico que defiende que lo que es o no valor es completamente relativo. ¡Todo cambia, y los valores también!
Podemos afirmar, como tesis intermedia, que a pesar de que los valores sufren obviamente una influencia del tiempo o incluso aparecen nuevos valores, hay algo de perenne en los valores; la amistad será siempre un valor importante, aunque su concepto sufra inevitablemente cambios.
Las tesis de la subjetividad u objetividad difieren porque una defiende las cosas porque tienen valor, el valor existe como algo absoluto, independientemente de las cosas y de los hombres, que solo los descubren, mientras que la otra afirma que las cosas asumen valor porque un sujeto quiere o aprecia esas cosas; así el valor es siempre una creación del hombre, siendo dependiente de la apreciación del sujeto.
La tesis que concilia las dos posiciones defiende que los valores no existen independientemente de las cosas, solo valen, no tienen existencia independiente.
Pero son las propiedades reales de las cosas las que despiertan los valores. Sin embargo, las cosas solo tienen valor potencialmente, solo adquieren realmente valor cuando entran en interacción con el hombre. Solo en esta relación los valores tienen sentido.
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